Una sombra en la búsqueda de sí mismo

A la hora de rescatar ejemplos femeninos de tesón y lucha por la igualdad la historia de España nos regala muchísimos nombres sin los cuales la igualdad efectiva entre hombre y mujeres en la actualidad no tendría sentido. Muchos de ellos son conocidos por todos, como Campoamor, por ejemplo, y otros, por el paso de los siglos o la manipulación intencionada posterior de los unos y los otros, sorprenden más. Entre los que sorprenden más, y a pesar de tener una de las historias personales y políticas más interesantes de toda Europa, se encuentra Isabel I de Castilla, Isabel la Católica. He tenido que luchar muchísimo contra mi mismo para no dedicar esta entrada a Isabel la Grande, como debería ser llamada por justicia histórica; he preferido, no obstante, buscar un poco más en la oscuridad, nombres todavía más perdidos en las páginas del tiempo, y en una conversación con un buen amigo, encontré lo que necesitaba.


Hacer historia es tomar un foco e ir buscando zonas que todavía oscuras, puedan iluminarse. Esto es difícil ya en nuestro tiempo, como señalaba en la entrada anterior de este blog y que es importante leer para comprender mi postura sobre el acercamiento al fenómeno histórico. Pero en muchas ocasiones encontramos claroscuros a la luz tenua de una vela que permiten algo más de intensidad en la luz. Eso es lo que me he propuesto hoy aquí, con un nombre en nuestra historia que resultará desconocido para muchos, familiar para los amantes de lo raro*: Catalina de Erauso, la monja alférez.



 



Tengo que advertir a los ojos amigos que me leen dos cosas importantes. La primera es que la vida de Catalina no está llena de una ejemplar lucha feminista - en su tiempo no imaginaban qué sería eso -, siquiera pudiera decirse que la vida de Catalina fuera ejemplar en un sentido cívico de su época. Antes bien, fue estafadora, ladrona, peleona, liante y homicida. Su vida está llena de crímenes y huidas. De una huída siempre hacia delante huyendo de su pasado y en búsqueda de sí misma(o). A pesar de la amplia verificabilidad que ha tenido mucho del material que nos ha llegado hasta hoy sobre su vida, la segunda advertencia gira entorno a que otra parte importante es una mezcla de realidad y leyenda, leyenda forjada a sangre y fuego en las luchas personales y en las contiendas bélicas de su época, donde participó activamente en América. Si me acompañan unos cuantos párrafos, se la intento presentar de la forma más breve posible.


Catalina de Erauso y Pérez Galarraga nace entorno al año 1585 en San Sebastián, Guipúzcoa; para que nos situemos, un siglo después de que Colón llegará a América. Hasta los cuatro de años de edad se cría con sus padres y sus muchos hermanos, pasando en 1589 al convento de su misma ciudad, donde su propia tía era la hermana superiora. A la edad de 13-15 años, cuando debía ordenarse novicia como sí hicieron tres de sus cuatro hermanas, Catalina decide no continuar por ese sendero y tras engañar y robar a su propia tia, huye del convento. Según ella misma relata en un documento que consideramos autobiográfico, a la salida del convento muda sus ropas por ropa masculina, y corta su cabello, al estilo de un hombre.


Tras huir del convento, y suponiéndose inteligentemente buscada por familia y amigos, huye a Valladolid, donde se hace llamar Francisco de Loyola, trabajando como mozo. Pronto destaca por sus conocimientos, pues era raro en la época ver a un joven (nos referiremos a ella indistintamente con el masculino como con el femenino) que leyese latín. Tanto destaca que acabará trabajando para Don Juan de Idiáquez, consejero de Felipe II. Poco tiempo después su padre aparece por Valladolid en búsqueda de la cría, que es más pícara que un perro con hambre, y tras volver a robar, vuelve a huir. Curiosamente retornará a San Sebastián, donde incluso llega a acudir a misa al propio convento del cual se fugó tiempo atrás. Visita también, y no la reconocen, a varios miembros de su familia. No deja de ser curioso como siente la necesidad de volver a su casa, aunque sea una última vez. Una especie de renacimiento personal, de presentación de Francisco cuando a quien buscaban era a Catalina. Un mensaje que parece decirles, y especialmente decirse a si misma: no soy yo a quien buscáis. O quizá echara de menos a su familia, que también puede ser.


Lo que pasa después es frenético. Se enrola en un barco, llega a Sanlúcar, visita Sevilla, y de vuelta a Sanlúcar se enrola en un galéon que va para América. El capitán también se percata de sus capacidades y la toma como su protegido. Después, ocurre lo de siempre: le roba y huye. Esta vez visitará numerosas zonas del sur de América, entonces en posesión de la corona española. Allí tendrá relaciones tormentosas y difíciles con numerosas mujeres, además de continuos duelos y combates. Según nos cuentan sus biógrafos, era de cuchillo fácil, y saltaba con resorte al mínimo desplante con la daga en la mano, la cual manejaba con firmeza, a degollar cuellos. 


Por su manejo en las armas y su fiereza para el combate, pronto acaba como soldado en los ejércitos de España en el sur de América. Junto con otros 1600 soldados se lanzará a la campaña de Chile. Fue allí donde tras un ataque inesperado de los "indios", los cuales consiguen robar la bandera de la compañía,  demostraría gran valor. Según ella misma relata, a pesar de las numerosas bajas, se lanza junto con otros dos a la carga de caballería para recuperar el pendón de su compañía. Sus dos acompañantes mueren bajo las flechas y las lanzas de los indígenas. Ella, que tira de espada, sobrevive a pesar de tres flechazos y una lanzada en el hombro. Por supuesto recuperó la bandera y tras conocerse el fallecimiento de su antecesor fue nombrada Alférez, de donde le vendrá ya el mítico apodo.



                                                 



Siguió recorriendo numerosas zonas de América, bien como soldado de fortuna, bien como buscavidas en general. Tras varios altercados, llegó a tener, literalmente, la soga al cuello. Por la intervención de algunos de sus amigos consiguió sobrevivir, indultándola en el mismo cadalso. Fueron tantas las heridas en su cuerpo y en su alma - vió morir a su propio hermano, para el cual trabajó en América sin que la reconociese, en duelo - que el paso de los años la hizo aun más irreconocible. Cansada ya de una vida de huídas, confiesa al obispo de Huamanga sus tropelías, vicisitudes e historias. Cuenta ella misma que mientras le narraba todo lo vivido - y todo lo matado, podría decirse - el obispo lloraba amargamente. Éste la perdona en confesión. Retornará a España donde se llegará a reunir con Felipe IV. Su momento culminante es la entrevista que tiene con Urbano VIII, el Papa de aquel entonces, el cual le permite, para su satisfacción, vestir como un hombre con la condición de que no vuelva a matar jamás.** Moriría en Méjico entorno a los 58 años, dedicándose a la compra y venta de animales de carga.


Los ojos amigos que esto leen se estarán preguntando porqué Catalina. No era una feminista al uso, siquiera siguió de manera decidida las normas y leyes de su época. Muchos podrán ver en ella más un antihéroe que un modelo a seguir. Todo eso puede ser verdad; ya decía en la anterior entrada de este blog que no pretendo ponerle tachones a la Historia, tampoco a la historia de Catalina de Erauso. Catalina estafó, engañó, insultó...y mató. Su historia hoy, a pesar de todo eso, nos resulta fascinante no por la admiración que podamos sentir hacia el crimen, sino por lo pasión que suscita en nuestros corazones ver a un espíritu indómito buscándose a sí mismo y un hueco en un mundo donde ser uno mismo, en muchas ocasiones, estaba prohibido. Porque Catalina era una sombra, a veces una sombra de una sombra, buscándose a sí misma... perdón, buscándose a sí mismo.


Hace casi 400 años de la muerte de Catalina. Para suerte y orgullo de todos, hemos construido con el trabajo y esfuerzo de muchas generaciones - también de personas ya en la época de Catalina - una sociedad abierta y tolerante. En la España de hoy Catalina podría ser lo que quisiera, podría ser quien quisiera. Bueno, excepto Batman, porque Batman solo hay uno y la verdad es que al menos para mi es imposible desarrollar esos abdominales... Pero sobre Batman podemos hablar otro día. Sobre mis abdominales mejor que no...


[Recomiendo encarecidamente la lectura de Mujeres de acción en el siglo de Oro, de Vicenta Márquez de la Plata y la biografía comentada de Catalina de Erauso de Ángel Esteban del Campo; estas obras ofrecerán al lector curioso muchos más detalles de esta intrépida mujer, más ampliamente desarrollados y comentados de lo que se encuentran en este blog]



* Entiéndase raro como lo define la RAE: poco común, extraordinario. Nada peyorativo.

** La Iglesia tenía terminantemente prohibido el que las mujeres vistieran como hombres, entre otras cosas.



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